23 de febrero de 2015

Puede que esto sea una forma más de entretenerme los días en los que la nieve me encierra en casa, o simplemente una forma de recordarme a misma lo que viví y estoy viviendo, dónde quería estar y dónde estoy. Quizás haya incluso personas que lo lean, si es un pequeño futuro becario seguro que le ayuda a acumular las ganas de venir, y si es algún amigo o familiar, especialmente mi madre (que sé que es una de las mayores fans de mi blog y mi experiencia en general), sólo decirte que gracias ma, que esto también es para ti, porque siempre estuviste presente, detrás y al lado, de todo.

"(24 de febrero de 2014, 12:20 am.)

-Parece que mis padres no vienen, llegan tarde, tendrían que haber llegado hace 5 minutos.

+ -Risas- a lo mejor se olvidaron de ti, Lau.

No sabían de lo que hablaban, había decidido no contarlo, no compartirlo, no añadirme presión. Mientras lo decía yo me reía y pensaba "no podrían".

-No lo creo, vamos a Santiago por algo mío.

Se miran, intenta adivinarlo, yo intento estar calmada, llegan tarde, no llegamos. Había apurado el examen de tecnología por miedo a que ya estuviesen esperándome y ni siquiera están abajo, no puedo creerlo.

En ese momento veo a mi padre, con su polo verde y su típica sonrisa, camina despistado hacia la entrada del colegio, -¿vamos?- dice. Me río nerviosa, digo adiós y le sigo.

+Vamos a buscar a mamá a la oficina y a comer algo a la Pizzbur, tenemos tiempo.

-Papá, es tempranísimo para comer.

+Bueno, tienes que comer algo antes del examen, venga, vamos.

Llegamos a la oficina y conversamos un poco con Marina, le explicamos por encima el motivo de nuestro viaje a Santiago y nos vamos caminando hacia la Pizzbur. Mis padres se ríen entre ellos, y mi padre pregunta:

-¿por qué vas vestida con jersey y botas? no hace tanto frío hoy..

Me río, sospechando que la pregunta es retórica, y digo:

+ya sabéis que soy un poco supersticiosa, voy vestida como en el examen escrito de la beca de EEUU, ese salió bien..

Mi madre sonríe emocionada y seguimos caminando. Después de eso, llegamos a la Pizzbur, me acuerdo perfectamente de lo que comí, "una hamburguesa platino de buey con acompañamiento de frutos rojos". -menos mal que no tenías hambre, eh- dijo mi padre entre risas. Ninguno de los dos comió, no tenían hambre, decían que comerían algo en Santiago mientras yo hacía el examen.

De camino a Santiago sentía los nervios en las manos, el estómago y hasta en la cabeza, sentía una presión que no conocía hasta el momento. "La última oportunidad de cumplir mi sueño", pensaba. Intentaba repasar cierta teoría en inglés mentalmente y sentía que el idioma que llevaba estudiando más de 10 años me resultaba ahora totalmente extraño.

Llegamos temprano al hotel, casi hora y media. Me tomé un poleo menta mientras leía el periódico. Alrededor todos parecían conocerse, muy arreglados y la mayoría leyendo libros teóricos en inglés. ¿qué voy a hacer yo contra ellos? Pensaba. No debería estar aquí. De repente, mi padre, que a veces parece leerme la mente, saco temas de conversación.

-Mira, ¿no me parezco un poco a esta estátua? - Preguntaba mientras se colocaba al lado de una cara de mármol pegada  la pared e intentaba imitar su expresión- Mi madre y yo sonreíamos, semi-acostumbradas ya a ese tipo de detalles tan suyos que siempre nos sacan una sonrisa.

Mientras damos un paseo por el recibidor mi padre recalca lo mucho que le gusta el hotel, "cuándo pases y tengas que venir a otro NH, nos quedamos a dormir". No hay peor presión que saber que él confía en mí. No podía fallarle otra vez.

Poco después nos llaman, subimos por unas escaleras y esperamos todos en fila, "suerte", me dicen ambos, y yo segura de que iba a necesitarla. Entro en la sala y me siento en una de las mesas del medio, la cuarta fila, creo recordar, en una de las mesas cerca de la ventana pero en la silla del pasillo. Cojo mi bolígrafo de la suerte y espero nerviosa a que todos lleguen y nos repartan la prueba. Después de unos minutos llega una chica morena de rizos que se presenta como Inma y nos dice que atenderá a los padres mientras una chica alta y rubia estará con nosotros en la sala del examen.

Me reparten un bolígrafo mientras me dicen que no puedo utilizar el mío, y me ponen delante el examen. Otra vez en el mismo punto, el primer paso de un sueño en mis manos, tan cerca y tan lejos. Empiezan los cerca de 45 minutos de listening, se va incrementando la dificultad, pero todo bien. Después nos dan el resto del tiempo para realizar un tres 4 readings y un writing, no tengo reloj, no puedo organizar el tiempo, mierda, primer fallo. Intento apurar por miedo a no poder terminarlo. Después de los readings, que fueron mejor de lo esperado, viene el writing, incluír aquellas palabras en una redacción que no tengo tiempo de preparar, genial. Decido hacerla sobre la incompetencia de la adolescencia actual, sobre la rendición ante los sueños, la fijación de nuestros propios límites, la consideración de demasiados imposibles, las risas ante la utopía.

Salgo de allí cansada, llueve en Santiago, como siempre. Y también en mi interior, no lloro, pero no por falta de ganas. Creía que mi sueño de había acabado, otra vez, y esta demasiado pronto.

-Nosotros no hemos comido todavía, estuvimos en una reunión en la que nos explicaron como sería el proceso en el caso de que pasaseis, como es la cultura y a qué normas os tendríais que atener, me parece que está todo muy bien organizado. ¿os parece bien si vamos a hacer la compra y luego vamos a comer algo?

Y eso hacemos, yo aprovecho para escribir un mensaje a Elisa y contarle cómo ha ido el examen, en el garaje de Mercadona, me acuerdo como si fuese ayer. Una vez dentro les resumía el examen a mis padres, y el miedo de no pasarlo. Mientras ellos me contaban como había ido su reunión y yo les pedía que no me diesen más detalles de Canadá, no quería imaginar mi vida allí sin ni siquiera tener esperanzas de pasar la prueba escrita.

Tras eso, tuvieron uno de esos detalles por los que no quería irme y dejarles atrás durante 10 meses, me llevaron a un restaurante que me encanta. Llegamos allí y al poco tiempo nos dieron una mesa, era un restaurante nuevo con la arquitectura minimalista que tanto se lleva en España, pero dónde a la vez había también un ambiente rural, que me transporta a nuestra cultura y gastronomía. Allí pedimos un surtido de ibéricos y algo de queso manchego, mientras hablábamos de anécdotas de la reunión y de lo muchísimo que iba a echar de menos esa comida si al final conseguía cruzar el Océano.

Después de la cena nos dirigimos a casa, mejor dicho, a casa de la abuela, dónde recogimos a Celia. Todavía me acuerdo de ella explicándonos la excusa que le había tenido que poner a la abuela para no contarle que yo estaba haciendo el examen para una beca y que así no me enfadase con ella, ¡qué bueniña es cuándo quiere!. Para finalizar el día, llegamos por fin a casa, a comenzar la rutina de nuevo."

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